Motores, rotores, bobinas, carretes, engranajes, cilindros, neumáticos. La acción de girar, retornar o circular es el hilo conductor al que Álvaro Icaza y Verónica Luyo se han volcado para producir su última individual.
El trabajo artístico de Icaza y Luyo suele centrarse en la idea del movimiento, tanto de fenómenos físicos como la luz y el sonido, y sus pasos a través de diversos materiales. Sostenidos en parte gracias al fascinante mercado de objetos electrónicos reciclados o reacondicionados en la ciudad de Lima, el dúo redibuja y reconfigura piezas, desviándolas de su función original. Enfocándose para esta muestra en el movimiento concéntrico, su aprovechamiento por parte de la industria y la imposibilidad –fuera del campo matemático– de generar un círculo perfecto, la instalación “El coro de la circulación de las cosas” propone un recorrido a través de piezas mecánicas, lumínicas y sonoras, dispuestas en un ambiente especialmente acondicionado para concentrarse en la experiencia sensorial.
El movimiento circular, esencial tanto en la locomoción como en los procesos de la naturaleza, ha permeado la imaginación humana desde su comprensión de lo divino (p. ej., el Ser intangible descrito por Parménides ocupaba una forma esférica perfecta) hasta las primeras teorías sobre el movimiento de los astros y planetas, antes que la astronomía moderna describiera el movimiento elíptico. Es aquello que parece perfecto o, cuando menos, estable. Sin embargo, este orden puede sufrir un cortocircuito, una acción que lo interpele, haciéndonos ver su sinsentido. Por otro lado, alguien que gira sobre su propio eje, actividad que la muestra invita a realizar, retrata tanto un ciclo, una rutina, una repetición mecánica como una forma de alienación o de entrar en trance. Icaza y Luyo no proponen descubrir la divinidad a través de artilugios con baterías de litio, pero tampoco descuentan el valor de reconocernos en alfabetos extraños.